Master Clown: Chaplin & Keaton

Los expertos escogen:

O de Chaplin o de Keaton

Alberto Moreno | Madrid

«La primera línea de los títulos de crédito de ‘Candilejas’ (1952) desvelaba que el violinista interpretado por Charles Chaplin llevaba por nombre Calvero. Cuatro líneas más allá, como comparsa (literalmente «Compañero de Calvero») aparecía Buster Keaton, el otro mito del cine mudo al que el maestro inglés quiso redimir (en la que sería su última película americana) con un papel de pianista despistado.

En la famosa escena del concierto, Chaplin y Keaton compartieron ocho otoñales e históricos minutos en los que acompasaron con precisión sus dos estilos interpretativos. Si Chaplin era Londres, Keaton podría haber sido Tokio. La mueca contra el hieratismo; el optimismo posibilista frente al estoicismo más desesperante; un violín desafinado que se bate en duelo (y acaba mimetizándose) con un piano disléxico. Dicen las malas lenguas que Chaplin editó de más a su ‘rival, y sin embargo amigo, para que no le robara la gloria. Qué más da.

Y sí: está feo elegir entre papá y mamá, pero cada aficionado tiene un lugar especial en el corazón para Buster o para Charles. Hemos propuesto que se mojen a la gente del cine y del periodismo especializado para ver con ojos de hoy la herencia de los dos más grandes iconos del primer cuarto del siglo XX.

La primera piedra la pone Toni Ulled Nadal, director de ‘Fotogramas’ y fan radical de Keaton: «Fue genial porque supo extraer poesía de la risa. Además, su seria expresión y sus ojos saltones eran su rostro real. Él llevaba la cara lavada mientras que Chaplin se tenía que poner un bigotito». Con todo y eso, Nadal tiene piedad por el inglés y cita al crítico Jordi Costa: «En cierto sentido, Keaton fue a Chaplin lo que los Rolling Stones serían a los Beatles». Y los Beatles fueron buenos, eso no se discute.

Nacho G. Velilla (guionista, entre otras, de ‘Aída’ ) usa la misma metáfora: «Prefiero a Keaton por su forma de actuar y, sobre todo de montar, que eran siempre sorprendentes; pero Chaplin, como los Beatles, nunca defrauda, también es muy bueno», admite. «Quizá la razón por la que Keaton sea algo más valorado en la actualidad es porque era una bestia, un animal salvaje que tocaba los extremos y, aún así, siempre recurría a la ternura como fondo con una pequeña historia de amor».

En lo que les hermana Velilla es en su capacidad insuperada para el gag visual. «Se ha hecho muy poca cosa nueva al respecto desde los tiempos del mudo. El gag visual no es nada sencillo de hacer. En España, aparte de Paco León, hay muy poca gente a la que cómodamente puedas escribirle gags visuales y que te los saque bien. Y eso es porque Paco, como Keaton y Chaplin, tiene alma de clown. En Estados Unidos Adam Sandler es de los pocos que intentan seguir en cierto modo esa tradición, pero no les llega ni a la suela de los zapatos», apostilla.

Quien sí maneja gags verbales y visuales a la perfección, casi siempre en las tablas, es el cómico madrileño Javier Cansado, la media naranja creativa de Carlos Faemino. Su tesis: Keaton ha envejecido mejor: «Los valores cinematográficos de Chaplin son innegables. ‘Luces de la ciudad’ es una película maravillosa. Pero, siempre hay un pero, los gags de sus películas han quedado obsoletos. Es difícil reír con Chaplin. Keaton, como se nutre del humor absurdo, mantiene todavía, con mayor o menor acierto, vigencia. Es fácil reír con Keaton. Y si tengo que elegir entre ambos me quedo… con Chico Marx».

Otro keatoniano: el director de ‘Pagafantas’, Borja Cobeaga, contesta entre toma y toma del rodaje de ‘No controles’: «Me gusta porque se tomaba lo que hacía muy en serio». Fan declarado de su ‘cara de piedra’ como «marca de la casa», Cobeaga elogia de Keaton por ser «el primero que entendió que para hacer comedia no había que hacerse el gracioso, sino serlo».

¿Y los chaplinianos?

El testigo lo toma el director de la amarga comedia ‘Casual day’ (y con la reválida ‘Cinco metros cuadrados’ en gestación), Max Lemcke, que, si bien reivindica la cualidad de Keaton como «héroe contemporáneo frente al sinsentido del capitalismo, y que, reaccionando como el hombre de la calle, casi siempre pierde», alaba «la magia de Chaplin y su universalidad a la hora de hacer desternillar al público por ser más popular en temas y resoluciones».

Más escorada a la orilla del autor de (y casi sola ante el peligro) se destapa Andrea Gutiérrez, redactora de la revista ‘Cinemanía’, aún conmovida por «un positivismo exagerado hasta las máximas consecuencias. Desde el primero hasta el último, todos sus personajes desprenden unas ganas de vivir que animan salir a la calle y ponerte a bailar, lo que no está de más hoy en día», propone. «Además, no podemos olvidar el hecho de que Chaplin vino de la nada y puso sobre el tapete los valores del sueño americano, demostrando con su éxito que eran absolutamente tangibles».

Cierra la muestra Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Cataluña y autor del libro ‘Charles Chaplin’ (Cátedra, 2000). Taxativo y firme, antepone al británico «como cineasta, persona y personaje». Y de Buster Keaton, ¿qué? «Mi elección es firme, sobre quien escribí el libro fue sobre Chaplin». Más claro, agua.»

¿ A quien eliges tu?

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