«¿Quién no conoce a Juan Tamariz? Este genial innovador es considerado uno de los mejores magos del mundo en las distancias cortas. En sus manos, los objetos cotidianos adquieren vida creando una poesía que transgrede las leyes de la naturaleza. Tamariz es libre y nos regala sonrisas mientras se celebra a sí mismo. Salta, grita y toca una canción con un violín imaginario. Su personalísimo estilo y su éxito están en la forma de sentir y transmitir la magia. Una vez más con su «Magia Potagia». ¿No oyen ya su violín?
El gusanillo por la magia entró pronto por tu cuerpo…
Sí, cuando era un chiquillo, tenía 6 o 7 años, por alguna razón empecé a pedir a mis padres cajas de magia o que me llevaran a tal circo porque actuaba tal o cual mago… No sé bien por qué, pero tuvo que haber algún mago que me fascinara. O alguna maga. Jajajajaja…
¿Y ya empezaste entonces a hacer trucos?
Sí, sí, como te digo mis padres los pobres me compraban las cajas de magia. Y yo iba de casa en casa haciendo los juegos. Yo prefiero llamarlo juegos por el contenido lúdico que conllevan… Y ahí estaba yo: iba una tarde a casa de mis primos, y luego repetía el juego en casa de unos amigos, o en la de los vecinos. Como en la caja sólo había ocho juegos, puedes imaginar cómo acababan de hartos conmigo. Repetía los juegos hasta la saciedad…
Pero parece que la sangre tira. Tu tío abuelo sa habría labrado un nombre como ilusionista en Andalucía…
Sí, pero yo me enteré años después. Mi familia es de Écija, y un día en una de esas típicas reuniones familiares hice un juego y alguien soltó: «Anda, igual que tu tío abuelo». Y entonces me enteré. Hasta ese día, no sabía nada de él. Luego ya supe que fue un noble venido a menos, y al que le gustaba esto de la magia. Incluso descubrí en un ABC de milochocientos y pico una poesía dedicada a él, el marqués don Luis Negrón.
Y cien años después, en 1961, tú intentas falsear tu edad para que te acepten en la Sociedad Española de Ilusionismo…
Jajajaja… Bueno, sí. Y me pillaron. Tenía entonces 16 años y la edad exigida eran 20. Pero lo intenté un par de años después, hice mi presentación, les gustó, hicieron la vista gorda y me dejaron ser uno más.
Hablando de rigores y disciplinas, tú siempres has dicho que trabajas de noche. Y que dedicas tres o cuatro meses de trabajo a trucos que luego pones en práctica durante unos tres años. ¿El mago nace o se hace?
Hay juegos que salen en meses, incluso días, y otros que pueden llevarte años. Hay juegos que te exigen una labor alquímica impensable, ir de alambique en alambique. En mi espectáculo preparo juegos para cinco horas, pero el espectáculo sólo dura dos. Llevo mi estuche de violín. Y como no hay violín (más risas) hay espacio suficiente para distintos bloques de juegos. Cada día es distinto. Y los juegos van saliendo según el público. Habitualmente hay uno o dos que te fallan y has de cambiar sobre la marcha…
¿Entonces piensas que la magia tiene mucho de psicología?
Por supuesto. Siempre he dicho que la magia de cerca es un 60 ó 70 % de psicología. Y luego una pizca de habilidad digital. Los magos son como los políticos, pero con intenciones más nobles. Yo no soy un showman. Me encanta que me aplaudan, pero no es lo que me mueve.
¿Y cuál es el placer más grande que te reporta la magia?
Sorprender. Traer los sueños a la realidad. Yo me baso mucho en la mitología para mis juegos. Y para la magia en general. La magia, como la mitología, como las leyendas, ponen los sueños en la realidad.»